En muchas ocasiones, con motivo de entrevistas o público que se acerca a charlar después de un concierto, me preguntan en qué me inspiro para componer mis canciones. Nunca he sabido qué responder, pues, si soy sincero, no tengo una forma concreta de inspirarme… Son cientos los motivos que un artista puede tener para escribir un libro, crear un dibujo, una escultura, una pintura, una coreografía especial o una melodía, y no creo que haya demasiados de ellos que tengan una forma concreta para inspirarse. Eso viene por el momento, las sensaciones, los sentimientos que tienes en tu interior en ese preciso momento. Si no los tienes, esperas.
Cuando eso me ocurre, simplemente me dejo guiar. Yo tengo la suerte de que no me cuesta prácticamente nada llegar a ese estado de inspiración, pues me ocurre con mucha frecuencia. Y casi siempre el tiempo que debo dedicar a la labor es mínimo; lo que más hago es prestar atención al detalle y a los arreglos, pero una vez la melodía o la letra ya ha sido compuesta.
Es más, ocasionalmente me levanto por la mañana con nuevas melodías o letras en mi cabeza, sin saber cómo han llegado hasta allí mientras dormía… Estos momentos son mis favoritos, dado que el esfuerzo es mínimo y el disfrute máximo. En estos casos lo único que hago es “tirar del hilo” (como siempre digo), dejarme llevar por la melodía con la sensación de que es otra persona la que compone a través de mí.
Es extraño e impresionante al mismo tiempo. Pero, ¿cómo expresarlo con palabras sin que te tomen por loco? Lo único que puedo alegar es que funciona, pues muchas de esas canciones y melodías forman ya parte de la historia de la Mosquera Celtic Band…